Zumarraga
Torre Legazpi
Edificios singulares de Gipuzkoa
Construido sobre las bases de una antigua casa-torre, la Torre Legazpi ha resistido las embestidas del tiempo y ha sobrevivido a todo tipo de vivencias para seguir en pie manteniendo la robustez y solidez que siempre le han caracterizado

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Ejemplo claro de la arquitectura civil gótica guipuzcoana, la Torre Legazpi está directamente relacionada con las Guerras de Bandos entre gamboínos y oñacinos que tuvieron lugar en la Baja Edad Media en localidades como Zumarraga.
Construido con objeto defensivo, la Torre Legazpi fue uno de los protagonistas materiales del País Vasco entre el siglo XIII y el XV. El siglo XV coincide cuando Enrique IV decide apoyar a las hermandades en si lucha contra los nobles. Enrique IV también da la orden de que las casas-torre no debían contener elementos defensivos. Así, muchos de los edificios de la zona tuvieron que reinventarse, razón por la que muestran una imagen muy alejada del objetivo defensivo original con el que fueron construidos.
Habitada en primer lugar por los Legazpi, una familia influyente por su papel religioso como social en la zona. Pedro de Legazpi es su primer habitante documentado, uno de los participantes en la Lucha de Bandos de la época. La casa dejó de estar habitado por los Legazpi cuando este linaje desapareció cuando Joan, nieto de Pedro de Legazpi, se hizo llamar Juan Martínez de Arriaran Gauna para heredar el señorío de Araya de su abuelo.
Según se cuenta, la casa-torre data de los siglos XIII y XIV. Está desechada la teoría que afirma que el Señor Balda, de Azkoitia, fue el artífice de la construcción de la Torre, ya que para el momento de su destierro la casa debía estar en pie.
El señor Legazpi, cuando volvió de su destierro, reconstruyó la torre en ladrillo, aprovechando la orden de desmoche de Enrique IV. Siguió así la moda de construir siguiendo el estilo mudéjar que la familia Loyola introdujo en el valle del Urola en 1465. A pesar de encontrar numerosos ejemplos en la zona de arquitectura mudéjar, no se convirtió en el estilo predominante en Gipuzkoa, tal y como sí lo fue en Aragón, Castilla y Andalucía.
Cuando los Yarza ocuparon el edificio, éste pasó de casa-torre a palacio, para después, en el siglo XVIII, ser un caserío. En el siglo XIX hubo problemas de conservación del palacio, ya que el plan original de ferrocarril Madrid-Irun transcurría por este solar. Finalmente, Nicolás de Soraluce consiguió evitar el derribo del edificio.
Fue declarado Monumento Histórico-Artístico en 1945. Su gestión ha pertenecido a las autoridades guipuzcoanas desde hace más de 70 años. Se ha remodelado y conservado para incluir en él servicios actuales como la celebración de banquetes, charlas, cursos… todo ello sin renunciar al sólido, robusto y austero aspecto que siempre ha lucido en su exterior.