Zarautz

Palacio de Narros

Edificios singulares de Gipuzkoa

Zarautz puede presumir de tener uno de los edificios encantados más célebres de todo el Territorio Histórico de Gipuzkoa

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Situado frente a la Iglesia de Santa María la Real de Zarautz, el Palacio de Narros es un incansable testigo de la mar. Ubicado en la privilegiada primera línea de playa de Zarautz, el Palacio de Narros es también la construcción que da la bienvenida a los visitantes de la localidad costera que llegan por la carretera del oeste.

Construido en el siglo XVI, fue durante largas temporadas lugar de veraneo de Isabel II. Las visitas reales hicieron que Zarautz emergiera como una localidad puntera en cuanto al turismo de la aristocracia y las clases altas. Personas de la nobleza empezaron a llegar a Zarautz. Entre los visitantes de la villa costera estaban el Marqués de Narros, la reina María Cristina de Habsburgo-Lorena, Alfonso XIII, la duquesa de Alba, el duque del Infantado, Balduino y Fabiola de Bélgica, etc.

El Palacio, además de ser lugar de paso para nobles, también es un lugar donde conservaron pinturas. En él se conservaban cuatro retratos de cuerpo entero pintados por Diego Velázquez.

El Palacio Narros es testigo de la existencia de un linaje anterior a la propia existencia de Zarautz. Los Zarauz residieron aquí y por eso se puede leer la inscripción “Zarauz antes que Zarauz”. Fue esta familia quien le profirió un marcado estilo inglés, especialmente visible en los jardines que rodean la construcción.

El edificio acometió una remodelación y rehabilitación en el siglo XIX. En estos años fueron añadidos los pabellones laterales que hoy en día se conservan.

Pero si hay algo por lo que el Palacio de Narros es conocido es por la gran cantidad de mitos y leyendas que esconden sus muros. Una de las leyendas cuenta que en 1572 un náufrago llegó a Zarautz y fue recogido por los marqueses de Narros en este palacio. El náufrago, un noble inglés, llegaba de Francia escapando de la matanza de hugonotes por parte de católicos en la noche de San Bartolomé. Pese a que fue recibiendo cuidados, su salud empeoró y falleció tras negarse a recibir la extremaunción por parte de un cura católico.

Se dice que el hugonote acusó a sus anfitriones de envenenarle. Dice la leyenda que cada noche del 24 de agosto (coincidiendo con el aniversario de la Masacre del Día de San Bartolomé en París) el espíritu del náufrago vuelve y protesta, haciendo mover los ojos de los retratos que adornan las paredes de la estancia donde pasó sus últimos días y rompiendo el silencio de la noche con gritos y chirridos de cadenas.

Estos hechos fueron documentados por el jesuita Luis Coloma, que pasó unos días de descanso en verano de 1912 y publicando el libro El salón azul con sus vivencias.